Páginas

lunes, 14 de octubre de 2013

Calidad variable: noches oscuras y tormentosas que aportan luz

Se ha escrito mucho y de forma interesante sobre las bondades de la mala literatura [por ejemplo aquí] y no estoy a punto de lanzarme a escribir un ensayo al respecto, pero hoy he tenido ocasión de ver en la práctica un ejemplo de cómo puede ser bueno para los niños estar expuestos a literatura de calidad variable. Exponer a los niños a unos pocos libros malos entre las joyas que vas y compras y sueles priorizar en las bibliotecas puede ayudarles, entre otras cosas, a formar un criterio.

Cuando me refiero a "mala literatura" o, en este caso, "mala literatura infantil", me refiero a literatura cuyo autor o autora desconoce objetiva y evidentemente los principios básicos de construcción de historias, de creación de personajes y de narración. De literatura cuyo autor o autora ha dicho: '¿Escribir para niños? Eso es fácil. Yo puedo.' Hay muchos, muchos más ejemplos de este tipo de literatura que de la buena, claro. Y lo que vengo a decir hoy es que no toda viene del todo mal (de vez en cuando).

En casa tenemos mucha suerte, porque leemos muchos libros muy buenos, muy divertidos, muy entretenidos y bien construidos. Pero recientemente tenemos otra fuente de libros ajena a la familia: la biblioteca de aula. He de decir que se trata de una biblioteca de aula proveniente de una biblioteca escolar con necesidad urgente de renovación de fondos, cuya última gran compra parece haberse hecho a finales de los setenta-principios de los ochenta (al menos se trata una de las eras más doradas de la edición infantil en España, así que tampoco nos podemos quejar).

El caso es que este fin de semana, hemos traído a casa el primer libro de la biblioteca aula de este curso. No suelo escribir reseñas negativas, porque suelo pensar que la vida es demasiado corta y porque no está una en el mundo para denostar el trabajo de nadie. Pero en este caso, no sé si se puede llamar una reseña negativa, dada la consecuencia positiva de su lectura.

El libro -da igual el título- trata de un niño que prefiere estar en las nubes que jugar con amigos. Cierra los ojos y se deja transportar a las nubes y se lo pasa bien imaginando y soñando y construyendo castillos imaginarios. Un día aparece otro niño en las nubes y se hacen amigos. Pero entonces empieza a brillar el sol con mucha fuerza y van desapareciendo poco a poco las nubes. Los dos niños empiezan a pelear porque no hay suficiente sitio para los dos y el protagonista se escurre, para caer de nuevo en su habitación. Pasa el tiempo y el niño ya no quiere cerrar los ojos y subir a las nubes. Prefiere ir a la playa y construir castillos de arena. Un día en la playa aparece un niño que le pregunta si puede jugar con él. Se gira y es su amigo de las nubes. A partir de ese día juegan juntos siempre en la playa y lo prefieren a las nubes porque hay también otros niños para jugar.

Mi hijo suele estar predispuesto positivamente a cualquier libro (a no ser que haya algo en la portada que le apague instantáneamente el interés por cualquier motivo extraliterario). Este caso no fue ninguna excepción. ¿Me lo lees? Pues claro. Lo leímos una vez. ¿Te gusta? Le pregunté. Sí, me dijo. Me dijo que le gustaban las ilustraciones (en las que aparecían muchos animales hechos de nube). Y le hacía gracia que el niño cerrara los ojos y dejara volar su imaginación.

Esta mañana antes de ir al colegio, quiso leerlo una vez más. Pero esta vez su reacción fue muy distinta. Cuando lo acabamos, dijo: "Mamá, este libro es muy raro". Le pregunté por qué. "Porque los niños no dicen nada, ni piensan nada tampoco. No sé ni cómo son." "¿A su personalidad, te refieres?", le pregunté. "Eso, no sé nada de su personalidad. El escritor sólo dice que pasan algunas cosas, pero no lo que piensan los niños"

Quiso leerlo una vez más. Esta vez preguntó por qué varias veces. "¿Por qué se pelean los niños?" Traté de contestarle, aunque su pregunta era una muy buena pregunta. Yo tampoco entendía por qué se peleaban los niños. Aun así, traté de contestarle según la lógica de la autora del libro: "Pues el libro dice que porque no tienen tanto sitio, al ir desapareciendo las nubes". Pero mi hijo me miró y me dijo: "esa razón no me la creo. No sé lo que están pensando, así que no entiendo por qué se pelean de repente."

Y ya era hora de irnos al cole, así que tuvimos que detener la conversación. Pero pensé que un niño de cuatro años acababa de detectar perfectamente las carencias del libro: Ausencia de personajes y falsas causas al servicio del avance de una narración con rumbo fijo hacia una metáfora forzada.

Claro que no lo podría haber detectado sin el bagaje de todos esos libros buenos que leemos todos los días, pero de repente, me pareció importante e interesante leer cosas regulares y cosas malas también. Me pareció importante exponer a los niños a calidades variables precisamente porque les ayuda a diferenciar una cosa de la otra.

La receta parece sencilla entonces: a leer, a leer y a leer un poco más. A leer mucho bueno y un poco malo también. Y a pensar sobre ello de vez en cuando.

Si funciona para un niño de cuatro años, también funcionará para profesores de infantil y primaria y personas que estén pensando en dedicarse a la literatura infantil.

No se puede recomendar literatura infantil sin haber leído mucha. No se puede escribir literatura infantil sin haber leído mucha. Mucha, mucha, mucha buena, y un poquito de la mala también.

(c) del texto: Ellen Duthie. Cópialo o reprodúcelo, pero sé buena gente y cita la fuente (autora y blog).

8 comentarios:

  1. La cuestión es que todos estamos muy expuestos a productos mediáticos de calidad mediana y hay una aire general de "vale todo". Me gustan tus entradas porque planteas siempre las lecturas para niños desde la calidad literaria. Las referencias del lector de cualquier edad definen su búsqueda de libros y la manera de disfrutarlos. Y también existe, sobre todo en literatura infantil, esos textos que son, simplemente, una excusa para la ilustración.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Malena, por tu comentario. Pues sí, la calidad mediana impera, como la sensación de que todo vale y que por tanto tampoco se debe poner una demasiado cañera. En el post, trataba de mirar las cosas de una forma optimista y sugerir que incluso los libros de calidad mediana o directamente mala son interesantes desde el punto de vista de la formación del criterio de calidad literaria en los niños. También es interesante estar en cierta medida expuestos a todo tipo de cosas, porque a veces un libro nos puede resultar fascinante a pesar de su mediana calidad literaria. Y esto habría que disfrutarlo también, sin complejo alguno. En fin. ¡Gracias por leer!

      Eliminar
  2. ¡Hola!

    Acabo de descubrir tu blog con esta entrada que me parece estupenda y que ha conseguido hacerme reflexionar. Yo siempre he pensado que a los pequeños lectores hay que proporcionarles cuentos con una cierta calidad literaria, es decir, con una historia bien construida, con unos personajes bien definidos, con unos diálogos con sentido..., y, también, con unas ilustraciones bonitas y que reflejen el contenido del texto. Pero no se me había ocurrido que mostrarles a los peques libros que no cumplen con estas características puede ser también muy enriquecedor para ellos.

    Gracias por compartir tu experiencia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por el comentario. No te preocupes, porque libros de estas características los encontrará por todos lados durante toda su vida educativa.... Falta de oportunidad no habrá. Simplemente sugería una forma optimista de mirar las cosas. :) Un abrazo y gracias por leer.

      Eliminar
  3. Cuando hablas de lit moralista, piensas en obras como La casa de la pradera, por ejemplo, o más bien en toda esa tipología de libros tipo barco de vapor que emplea un lenguaje políticamente correcto. Entiendo que al decir "barco de vapor" generalizo de una forma brutal y no es justo, pero básicamente me refiero a libros concebidos como herramientas de transmisión de valores y que se sustentan en ello más que propiamente en la calidad narrativa. Gracias. Tu blog es una maravilla y de seguimiento obligado. Y gracias por traducir a Naiman.
    Lampros

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola! Creo que en esta entrada en concreto, no hablo de literatura moralista, pero si he hablado alguna vez de ella, me referiría a la segunda acepción que mencionas, o a la que Gaiman describe como "el equivalente del siglo 21 de la literatura "edificante" victoriana". Efectivamente, se trataría de esos libros concebidos como meras (y burdas) herramientas de transmisión de valores que fracasan tanto en su pretensión literaria (cuando la tienen) como en su pretensión de educación moral. Fracasan en su pretensión literaria porque no es real, porque cualquier esfuerzo literario está al servicio del mensaje y eso no es literatura. Fracasan en su pretensión de impartir educación moral o "transmitir" valores, sencillamente porque los valores no se transmiten, ni se comunican. Los niños los desarrollan en base a su evaluación de situaciones reales con las que se van encontrando y, también, cómo no, de situaciones ficcionales (si la ficción es buena, esto se traduce en complejas) que les hacen evaluar los matices de cada valor y tomar una postura compleja y llena de significado real. Esta pretendida transmisión de valores en libros "bonitos" sirve para que nos sintamos todos que estamos alimentando a nuestros niños con buenos ejemplos, cuando el ser moral se forma sobre todo en la lidia con malos ejemplos, o a raíz de situaciones donde hay que tomar decisiones en las que ninguna de las partes sale oliendo precisamente a rosas. En fin, que el único fin literario debe ser contar un buen cuento. Lo gracioso es que si se cuenta un buen cuento, con frecuencia tendrá interés moral, como la vida misma. Y así, en teoría, todos contentos. Pero parece que estamos en una época en la que hay que sacar el martillo y "golpear" a los niños con mensajes simplones: SÉ BUENO, RECICLA Y AMA AL PRÓJIMO DE RAZAS DISTINTAS A LA TUYA. ¿Por qué? Porque sí. Porque hay que ser buenos. Por otra parte, estos libros creo que también son fruto de cierta actitud con respecto al ocio de los niños: todo debe servir para aprender algo. Incluso en el caso de jugar, parece que se tiene que justificar qué está aprendiendo el niño o qué destrezas está desarrollando cuando está jugando. Así, tal juego sirve para "trabajar" la motricidad fina y tal libro para "trabajar" la solidaridad. En fin. En cualquier caso, este post en concreto, pretendía arrojar un rayo de luz y sugerir que si a un niño se le "alimenta" con buena literatura, esta literatura "edificante" no tiene por qué ser dañiña (de vez en cuando). A lo peor, le parecerá un peñazo y rechazará tanto el cuento como la moralina mal disfrazada. A lo mejor, notará algún otro aspecto sin ninguna relación con la moralina que le interese. O aprendrá algo sobre la diferencia de un buen cuento de uno mediocre. Todo útil. ¿No? Gracias por leer.

      Eliminar
  4. En efecto, yo creo que la literatura se justifica por sí misma y no es un medio para...; aunque luego, como dices, de la lit. salga un mundo moral, aunque sólo sea la capacidad de matizar, de admirar la belleza, de comprender emociones tanto propias como ajenas y de imaginar.
    Pero el tema de la lit. moralista me preocupa porque muchos niños se alimentan sólo de ella y no sé hasta qué punto eso no revierte en un empobrecimiento de la propia experiencia lectora y, en última instancia, en el fracaso del lector adulto que puede llegar a ser cualquier niño. Gracias por tu larga respuesta y por compartir estos blogs con todos nosotros.
    Lampros

    ResponderEliminar
  5. Que maravilla ! Que bueno tu blog !

    ResponderEliminar